25 de junio de 2012

Liebster Blog Award


Mi amigo de Twitter @Antonomásico me ha sorprendido gratísimamente concediéndome el premio literario "Liebster Blog Award", que no es más que una modesta forma de reconocimiento entre gente que lee y escribe, una forma de promocionar blogs de autores poco conocidos, por parte de otros que se dedican a lo mismo: escribir.

La filosofía del Liebster consiste en que cada autor que lo recibe, lo otorga a su vez a otros cinco autores cuyo trabajo admira, siguiendo unas normas básicas:

1.- Copiar y pegar el premio en el blog enlazándolo con el blogger que lo ha otorgado.

2.- Premiar a otros cinco blogs favoritos, que deben de cumplir a su vez la condición de tener no más de 200 seguidores, dejando un comentario en sus entradas para notificarles que han ganado el premio.

3.- Confiar en que los premiados continúen con la cadena, premiando a su vez a otros cinco blogueros.

Vamos pues con mis premiados.

El primero de mis particulares premios Liebster va para el blog de @Antonomasico, un lugar absolutamente imprescindible para quien disfrute con el microrrelato fantástico, irónico e imaginativo. Antonio, con una imaginación desbordante, fue uno de los primeros microcuentistas que conocí en Twitter y una de mis primeras musas -espero me perdone el empleo del femenino- para empezar en este mundillo. Para él, mi agradecimiento.

Mi siguiente mención para el galardón Liebster  ha de ser para el blog de Sebastián Zampati (@SebaZampatti), un exquisito poeta argentino que no podéis perderos. Si os quedáis con ganas, de más tiene otro: Enamorado del rayo, delicioso.

Quiero entregar otro de mis premios personales a Manuel Márquez (@mmarquezch), bloguero al que conozco personalmente hace muchos años (más de los que ambos tenemos, ya que somos unos críos) y una de las personas con más conocimientos sobre cine, que adorna con una maravillosa forma de escribir. Su "glob" es una delicia para cinéfilos profesionales y de andar por casa.

Mi cuarto premiado con el Liebster es Gabriel Aúz (@Gabriel_Auz), que cuenta con dos blogs entre mis preferidos. Uno primero y más antiguo, Sonos rotos, que recomiendo encarecidamente a los amantes de los libros, cuyas reseñas rebosan de emociones personales que Gabriel sabe transmitir como nadie a quien las lee. Y su último proyecto: Paseando en compañía, un blog absolutamente participativo en el que trata temas de enorme interés humano.

Mi última mención para el premio Liebster (porque sólo me permiten premiar a cinco), pero no por ello menos importante, es para XoséAntón, @Mis_Texticulos. Tanto en Twitter como en su blog de relatos es uno de mis autores de microrrelato favoritos: imaginativo, mordaz y con ese punto de mala baba que tanto me agrada.

Gracias, amigo Antonio.




  

12 de junio de 2012

Ríe siempre

Ridi sempre, ridi, fatti credere pazzo, ma mai triste. Ridi anche se ti sta crollando il mondo addosso, continua a sorridere. Ci son persone che vivono per il tuo sorriso e altre che rosicheranno quando capiranno di non essere riuscite a spegnerlo.

Roberto Benigni

Ríe siempre, ríe, que piensen que estás loco, pero nunca triste. Ríe aunque el mundo se te esté cayendo encima, continúa sonriendo. Hay personas que viven por tu sonrisa, y otras que rabiarán cuando comprendan que no han conseguido apagarla.



Hace muy poco leí por primera vez este texto de Benigni que define tan bien el espíritu de su maravillosa película, La vita è bella: toda una filosofía en la que el devenir de la vida me obliga a creer sin remedio. ¿Habéis hecho alguna vez el experimento de salir de casa por la mañana sonriendo? Aunque no hayamos dormido bien o nos duela la cabeza recordando la discusión o las malas caras de la noche anterior, realmente pintarse una sonrisa y ofrecerla a quienes nos vayamos cruzando a lo largo del día, funciona. Son muchas las personas que nos la devolverán -aunque no debemos hacerlo esperándolo-. Otras, quizá, nos lanzarán una mirada sorprendida (fatti credere pazzo), pero ninguna de ellas, casi con toda seguridad, nos la cambiará por una mala cara, por una mala contestación.


Si nos paramos a pensarlo, da un poco de vértigo sentir que somos capaces de modificar en cierta medida el comportamiento de los otros e incluso, yendo aún más lejos, sus posibilidades de tener un buen o un mal día. Pero de algún modo es así, al menos para mí. Basta que alguien, conocido o desconocido, te dedique una sonrisa para alegrarte la mañana. Y basta que alguien a quien quieres te ponga una mala cara, te conteste mal o -peor aún- te ignore, para que ese día se transforme de un plumazo en un día sombrío y triste.

Sonreír cuesta poco, y a cambio atrae buena suerte, para nosotros y para quienes nos rodean. Por contra, pasar el día quejándose de las desgracias que la vida ha puesto en nuestro camino, sólo atrae nuevas desgracias. La primera: aparta de nuestro lado a la gente que podía estar también ofreciéndonos sonrisas. La segunda: es posible que el mostrarnos debilitados por la desgracia haga un poquito más felices a quienes nos quieren mal. Y... ¿vamos a darles ese gusto? 





16 de mayo de 2012

Me gusta la gente

En los últimos años, desde que descubrí las redes sociales y comencé a integrarlas en mi vida, he podido escuchar muchas opiniones contrarias a ellas. Me resulta extraordinariamente curioso, además, que muchos de sus detractores suelen ser personas que no las conocen, y practican el insano deporte nacional de hablar sin conocimiento de causa. Personas, en algunos casos, a las que gusta afirmar con orgullo que no utilizan ninguna red social pues prefieren la vida real, y que piensan que detrás de cada avatar de usuario, se esconde una personalidad carente de habilidades sociales, seguridad y autoestima. Hay incluso quienes afirman sin sonrojo que, en muchos casos, el uso excesivo de las vías de comunicación 2.0 interfiere de manera  negativa en la necesaria socialización en el mundo real. 

Desde mi escasa experiencia y como absoluta profana en comunicación, psicología o sociología, me pregunto: si una persona con problemas para relacionarse en sociedad, es capaz  -gracias a herramientas como Twitter, Facebook o Tuenti- de expresar sentimientos, emociones, opiniones, interactuar, discutir, sonreír, alegrarse, felicitar aniversarios, mostrar empatía en los duelos de sus congéneres, o sentirse mínimamente acompañada en su soledad en un momento de duelo, ¿qué hay de malo en ello?

No dudo que, dependiendo del grado de madurez individual, puedan existir ciertos riesgos. Sobre todo para ese tipo de personas que aún confunden los contactos de sus redes sociales con auténticos amigos, y que pueden llegar a  experimentar un pasajero estado depresivo al comprobar que alguien ha dejado de seguirles en Twitter. Son comportamientos que desde mi punto de vista resultan exagerados, pero tristemente observables, aunque me niego a considerarlos como un comportamiento generalizado. De todos modos, si lo pensamos bien, esto también ocurre todos los días en la vida real, donde lógicamente es mucho más doloroso: ¿a quién no se le ha resquebrajado el corazón ante una decepción provocada por alguien a quien consideraba un amigo? 

En mi humilde opinión, el peligro que entraña la socialización en las redes reside en que el individuo pierda pie firme en el mundo real a medida que se sumerge más y más en ellas. Habría que tener por ello especial cuidado con los preadolescentes, que hoy en día entran en Tuenti con apenas 12 años y en poco tiempo acaban teniendo perfil en Twitter. A esas edades, entiendo, sí es delicado el uso indiscriminado de las redes sociales, puesto que aún no se ha alcanzado la madurez necesaria para comprender que el muro de una página pública no es el lugar más adecuado para exponer los sentimientos más íntimos ni publicar toda nuestra vida.

Dejando aparte estas excepciones, no deberíamos olvidar que existe un enorme grupo de usuarios -quiero pensar que la gran mayoría- que no vive dentro de una red. Que socializan sin problemas en su vida cotidiana lo mismo que en el 2.0. Gente que ama la vida y a las personas, que lo mismo da los buenos días a un vecino en el ascensor y al conductor del autobús, que conversa con otros padres en el parque y tiene un buen número de amigos reales con los que comer cada día pero que, también, por qué no, gusta de pasar un tiempo charlando con desconocidos en las redes. 

En mi caso, las redes sociales son uno más de mis pasatiempos preferidos, junto con la lectura, la escritura, el dibujo o el cine, por ejemplo. Además, es un pasatiempo que, sin haberlo pretendido nunca, ha servido de vehículo para conocer personas interesantes. Para mi sorpresa, algunas de ellas se han acabado instalando en mi vida, en el grupo de los amigos reales. Decepciones me he llevado bien pocas -procuro no tener expectativas en ese sentido- y nunca han sido lo bastante importantes como para quitarme las ganas de seguir socializando con otros seres humanos. Dentro y fuera, por igual.

Me gusta la gente. La vida es maravillosa, un lugar infinito poblado de personas valiosas, interesantes, divertidas, cariñosas, generosas. ¿Por qué habríamos de autolimitarnos conocer a las que se encuentran físicamente más lejos, si tenemos la posibilidad de hacerlo? Yo, desde luego, me siento feliz de haber conocido a unas cuántas, también en el 2.0. La vida es todo eso, y mucho más.

Gracias ;)