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12 de junio de 2012

Ríe siempre

Ridi sempre, ridi, fatti credere pazzo, ma mai triste. Ridi anche se ti sta crollando il mondo addosso, continua a sorridere. Ci son persone che vivono per il tuo sorriso e altre che rosicheranno quando capiranno di non essere riuscite a spegnerlo.

Roberto Benigni

Ríe siempre, ríe, que piensen que estás loco, pero nunca triste. Ríe aunque el mundo se te esté cayendo encima, continúa sonriendo. Hay personas que viven por tu sonrisa, y otras que rabiarán cuando comprendan que no han conseguido apagarla.



Hace muy poco leí por primera vez este texto de Benigni que define tan bien el espíritu de su maravillosa película, La vita è bella: toda una filosofía en la que el devenir de la vida me obliga a creer sin remedio. ¿Habéis hecho alguna vez el experimento de salir de casa por la mañana sonriendo? Aunque no hayamos dormido bien o nos duela la cabeza recordando la discusión o las malas caras de la noche anterior, realmente pintarse una sonrisa y ofrecerla a quienes nos vayamos cruzando a lo largo del día, funciona. Son muchas las personas que nos la devolverán -aunque no debemos hacerlo esperándolo-. Otras, quizá, nos lanzarán una mirada sorprendida (fatti credere pazzo), pero ninguna de ellas, casi con toda seguridad, nos la cambiará por una mala cara, por una mala contestación.


Si nos paramos a pensarlo, da un poco de vértigo sentir que somos capaces de modificar en cierta medida el comportamiento de los otros e incluso, yendo aún más lejos, sus posibilidades de tener un buen o un mal día. Pero de algún modo es así, al menos para mí. Basta que alguien, conocido o desconocido, te dedique una sonrisa para alegrarte la mañana. Y basta que alguien a quien quieres te ponga una mala cara, te conteste mal o -peor aún- te ignore, para que ese día se transforme de un plumazo en un día sombrío y triste.

Sonreír cuesta poco, y a cambio atrae buena suerte, para nosotros y para quienes nos rodean. Por contra, pasar el día quejándose de las desgracias que la vida ha puesto en nuestro camino, sólo atrae nuevas desgracias. La primera: aparta de nuestro lado a la gente que podía estar también ofreciéndonos sonrisas. La segunda: es posible que el mostrarnos debilitados por la desgracia haga un poquito más felices a quienes nos quieren mal. Y... ¿vamos a darles ese gusto?