13 de diciembre de 2011

El niño y el gorrión

Un niño lloraba sentado junto a un pozo, porque el pajarillo que había cuidado durante mucho tiempo había escapado de su jaula.

Escuchando sus sollozos, un anciano que pasaba por alli se detuvo, acarició su pelo y le dijo: "No llores porque alguien haya dejado de quererte. Tú eres igual de valioso ahora que antes, pero las lágrimas no te dejan verlo".
 
Pasó el tiempo. El muchacho secó sus lágrimas, tiró la jaula vacía, aprendió juegos nuevos, leyó libros sobre países exóticos, aprendió a nadar y a pescar, y una buena mañana, al despertar, encontró tres jilgueros en el alfeizar de su ventana. Al principio sintió miedo de encariñarse con ellos y que volvieran a dejar de quererle, pero poco a poco permitió que lo acompañaran en sus paseos, revoloteando y silbando a su alrededor.

Un día, al pasar junto a un cerezo, divisó posado en una rama a su gorrión. Le pareció más pequeño y descolorido de lo que recordaba, un gorrión común de plumas grises. Y no sintió nada. Siguió su camino sonriente, lanzando piedrecitas de gravilla al caminar con sus viejos zapatos.

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